jueves, 6 de octubre de 2016

Una nueva teoría sobre la Atlántida

Mapa de la Antártida por Philippe Buache (1739)

El mito de la desaparición de la Atlántida es uno de los grandes enigmas de la humanidad que yace en la prehistoria y que, en algunos aspectos, no encaja con la historia oficial. Ésta comienza lentamente a ser cuestionada desde el descubrimiento de ciertas ciudades, complejos y monumentos, por ejemplo, el complejo de Göbekli Tepe en Turquía de 11500 años de antigüedad. Hay estudiosos que sugieren que la humanidad ha pasado por períodos de florecimiento y de decadencia y señalan que ésta perdió completamente sus conocimientos en algunos momentos y debió empezar nuevamente de cero en varias oportunidades. Otros individuos, que se basan en las tablillas sumerias, nos dicen que los dioses trajeron la civilización a los hombres. Esta enorme confusión en los temas históricos y en particular de la Atlántida, que nos ocupa, ha despertado un sinnúmero de interrogantes, búsquedas y explicaciones que aún continúan con el propósito de desentrañar la verdad histórica. En cuanto a la Atlántida, el abanico de las especulaciones abarca desde aquellos que la niegan completamente a otros que proponen allí o allá su ubicación en casi toda la Tierra. Por ejemplo, en distintas zonas del océano Atlántico y del mar Mediterráneo, entre España y Marruecos, en el lago Titicaca, en las islas Bimini y en las costas de Yucatán, entre otras. Dentro de las descripciones de este cataclismo, lo que resulta completamente interesante es su ubicación temporal y su inusitada rapidez y violencia con la que supuestamente ha ocurrido. Dice Platón que “en una sola y fatal noche desapareció entre las aguas”. El hecho temporal es algo sumamente importante y sabemos que ocurrió hace más o menos 11580 años porque los sacerdotes de Sais le informaron a Solón que el fenómeno había ocurrido nueve mil años antes de que él llegara a Egipto. Lo interesante es que, para ese entonces, la Tierra estaba transitando por un importante cambio climático. Pero, aún más importante todavía, es que se habrían encontrado mamuts congelados con alimentos sin digerir en sus estómagos. Lamentablemente para el catastrofismo las fechas de la muerte de los animales eran suficientemente diferentes y distantes entre sí como para relacionarlas con la de la Atlántida. La pregunta es entonces ¿Qué fenómeno natural pudo lograr la desaparición de la Atlántida en un solo día? ¿Este fenómeno afectó solamente a la Tierra? Y si no fue así ¿Qué otros planetas pudo haber afectado? Lo primero que surge es el planeta Marte. ¿Qué relación puede tener la Atlántida con Marte? Sabemos que Marte perdió su agua líquida y, además, que su campo magnético era mucho más potente en el pasado. También desconocemos por qué razón ocurrió esto en Marte. En el mismo sentido, no hemos encontrado evidencias en la Tierra de cataclismos que se relacionen temporalmente con lo que nos manifiestan los sacerdotes de Sais, aunque sí en fechas más recientes. Por otra parte, existen una serie de mapas europeos realizados entre los siglos XV al XVIII como el de Piri Reis, O. Finaeus, G. Mercator, etc. donde se representa la Antártida. En algunos de ellos la figura de la Antártida es exagerada con el objeto de contrarrestar las tierras del hemisferio norte (según las ideas de Aristóteles) y, en otros, muy similar a la forma actual, es el caso de los mapas diseñados por O. Finaeus y G. Mercator. En un mapa realizado posteriormente por Philippe Buache en 1739 se observa que, misteriosamente, la figura es muy semejante a las imágenes actuales de la Antártida sin la capa de hielo. De hecho, en la actualidad existen zonas en la Antártida que se encuentran sin hielo. Si los mapas de Buache que la muestran con poco hielo, son completamente fiables, es decir, la información es correcta, podemos imaginar cuál fue el cataclismo que pudo haber afectado a la Atlántida, a Marte y a la Antártida. La respuesta a nuestros interrogantes reside en una megafulguración de nuestro Sol. La megafulguración es una importante explosión que ocurre en las estrellas y se ha observado que ocurre en algunas que son muy semejantes al Sol, por lo que es muy factible que en algún momento de la vida del Sol pueda ocurrir.

Un fenómeno de esta naturaleza provoca la liberación, desde nuestro Sol, de una importante radiación de rayos gamma que llegarían a la superficie terrestre en algo más de ocho minutos. Allí podrían disolver una parte significativa de la corteza terrestre y, en el caso particular de una isla volcánica, cuya placa superior sufra extensión, ésta podría desaparecer casi inmediatamente o después si la radiación es suficientemente potente para sobrepasar una delgada corteza. Si esto es así, podríamos justificar la desaparición de la Atlántida por una importante radiación gamma proveniente del Sol.

Ahora debemos enfocarnos en explicar el aumento del nivel de las aguas del mar, que es un dato completamente real y totalmente justificado ya que hay en la actualidad cientos de ciudades por debajo del nivel del mar. Con la megafulguración no solamente se liberan rayos gamma sino también electrones acelerados libres y nucleones que en horas y días llegarán a la Tierra como un potentísimo viento solar. Aquí la clave son los electrones acelerados libres de este impresionante viento solar que ingresará por los polos. Los electrones acelerados libres generarán una enorme presión por repulsión, propiedad magnética, sobre el hielo, el cual se desplazará hacia el mar en forma inmediata provocando, por un lado, una ola de características catastróficas y, por otro, elevará el nivel del mar en más de sesenta metros. Esta ola y el aumento del nivel del mar justifican la desaparición de los restos de la isla por “debajo de las aguas en una sola y fatal noche”. La aparición del mar Glacial en el mapa de Buache podría apoyar nuestra hipótesis del ingreso masivo de electrones acelerados libres por el polo sur. También, este formidable viento solar podría justificar por sí solo que las aguas cubran a una gran cantidad de islas y partes de continentes sin que la radiación gamma destruya totalmente alguna zona en particular, en este caso a la Atlántida.

Por último, debemos imaginar los posibles efectos sobre Marte y otros planetas ante la planitud del Sistema Solar. Resulta totalmente claro que una radiación gamma proveniente del Sol también debe afectar a alguno de los otros planetas del Sistema Solar si afecta a la Tierra. Nosotros suponemos que Marte fue el principal blanco de la radiación gamma. Pensamos que la radiación vaporizó, desintegró y expulsó una porción importante del agua marciana más allá de la exosfera junto a parte de su atmósfera. Por otro lado, el campo magnético marciano fue debilitado por la radiación, ya que ésta repulsó a los electrones libres del campo magnético. En estas circunstancias, las moléculas pequeñas como el agua se fueron escapando de la atmósfera al disminuir el campo magnético planetario, que es el responsable de la atracción de los cuerpos junto a los electrones unidos al nucleón no enlazados de los átomos (ver en el “el experimento paraíso II” el modelo de atracción de los cuerpos hacia la superficie terrestre y la caída de los cuerpos apoyados pp. 18 y 19). Este hecho parece suficiente para explicar la pérdida del agua de Marte en el pasado. 

La teorización de los posibles efectos de una megafulguración de nuestro Sol en la Tierra y en Marte nos permiten fundamentar con evidencias ciertas que al menos los cambios en el nivel del mar pueden deberse a una gran explosión solar que ocurrió hace cerca de doce mil años. Por otra parte, justificamos que un gran cataclismo planetario pudo haber ocurrido en forma semejante a lo que nos relata Platón.