La señal del zahorí es uno de los grandes misterios de la humanidad que
presenta, en algunos casos, una gran espectacularidad. Por lo general, el
proceso se suele describir cuando un zahorí inicia una caminata sobre un
terreno y lleva en sus manos un objeto liviano, horquilla de madera, que se
mueve imprevistamente en una parte de su recorrido. El hecho de concientizar el
movimiento de la vara, por la visión, le permite al zahorí detectar anomalías
en los suelos. Estas anomalías se relacionan con la obtención de agua
subterránea, minerales, que han sido los principales usos históricos, y
petróleo. La ventaja de la señal es que no se utiliza una tecnología costosa y
sí un procedimiento relativamente eficaz, muy fácil de utilizar y con gran
rapidez en sus resultados. Una de las viejas historias es la del “rey de Apsu”,
que fue el dios Enki hijo de Caín [1 pp. 44-45], en Eridú. Este dios provocó
que un lago natural abastecido por aguas dulces subterráneas se expandiera en
la superficie de la tierra maravillando a los sumerios que observaban como el
agua surgía desde el interior de la tierra. Tanto es así que en cilindro-sellos
y en sus estampaciones y en un relieve de la ciudad de Uruk se observa al dios
sumerio transportar agua y peces a la superficie desde el Apsu, el océano
subterráneo de agua dulce. Cinco mil años después apareció el primer libro que
mostraba a mineros con una vara de madera de avellano buscando yacimientos
metálicos, se trata del libro de Georgius Agrícola “De Re Metallica”. Desde
entonces se ha buscado explicar este fenómeno que, por el mil seiscientos
cincuenta y ocho de nuestra era, se lo señaló como un pacto implícito con el
demonio. Mucho más adelante, según Yves Rocard (1964), se estableció que el
origen de la señal del zahorí es consecuencia de cambios en el campo magnético
superficial de la Tierra que, de alguna forma, desencadenan temblores
musculares inconscientes en estos individuos sensibles. Por estas y otras
evidencias se habla de un sensor biológico que se activaría con variaciones del
campo magnético tan pequeñas como 10-9 G. Se han propuesto varios mecanismos para la recepción magnética e
incluso se lograron respuestas eléctricas a los estímulos magnéticos. En este
sentido, suponemos que los potenciales evocados en humanos a los importantes estímulos
magnéticos [2], después de un tiempo variable de latencia, seguramente son
respuestas provocadas por los electrones complejos autopropulsados libres o
ECAL que alcanzan el interior de las neuronas de los humanos por su
velocidad/repulsión. Suponemos que los ECAL acelerados inician el mecanismo de
activación o despolarización de la membrana plasmática activando una zona de
escape de los ECAL. Proponemos que los ECAL de cualquier origen, sea de una
corriente eléctrica o del campo magnético, si tienen la velocidad/repulsión
suficiente, ingresarán a la célula y podrán activarla. Por su parte, no podrían
existir receptores magnéticos que respondan a estímulos magnéticos de 2 G (200
microtesla) que son mayores que los valores obtenidos del campo magnético
terrestre (0,25 a 0,69 G). Son estímulos que no se encuentran en la naturaleza.
Los estímulos magnéticos deberían ser de 10 a 20 veces menores, por lo menos,
para que un individuo pueda discriminar variaciones en el campo magnético a
partir de un receptor. De hecho, existen varias ideas acerca de los receptores
magnéticos y/o mecanismos de recepción en individuos de diferentes reinos: a)
magnetorrecepción inducida en tiburones; b) magnetorreceptores que contienen
cadenas de cristales de minerales ferromagnéticos en el fitoplancton y en las bacterias
magnetotácticas; c) receptor magnético en las palomas (Columba livia) que es
considerado como la mejor evidencia de recepción magnética; y d) en reacciones
bioquímicas en un par de radicales [3]. Abejas, hormigas, termitas y avispas
son sensibles al campo magnético. En algunas de estas especies se han
identificado nanopartículas de magnetita [4,5], como así también en el hombre [6].
Por su parte, debemos aceptar que las plantas son sensibles al campo magnético,
ya que la teoría corpuscular cuántica explica la atracción de los cuerpos por
fuera de la teoría de la gravedad al uso. Con nuestra creación [7 c. 1,
2 y 3] de la teoría corpuscular cuántica con la ampliación del modelo estándar
de las partículas elementales y sus propiedades cuánticas y el posterior
desarrollo de los modelos corpusculares cuánticos de las partículas complejas,
especialmente la de los dos modelos de electrones, pudimos desarrollar una
teoría que explique este fenómeno. Sobre los dos tipos o modelos de electrones
que hemos podido diferenciar tenemos por un lado, el libre y por otro, el unido
al nucleón. El libre se genera por el fenómeno de la creación de pares a partir
de un fotón complejo o tren fotónico corpuscular complejo (TFCC) de determinada
energía. Por otro lado, el unido se genera por la desintegración de un neutrón,
nucleón, y queda unido al protón por un hilo cuántico de materia oscura (que
resulta de la diferencia de energía entre el neutrón y el protón cuando el
primero se desintegra). Este tipo electrón lo denominamos electrón complejo
autopropulsado unido (ECAU) y es el responsable del enlace químico. Otra de las
particularidades de nuestra teoría corpuscular cuántica es que no existe la
carga eléctrica por lo que el enlace químico se produce por el efecto gravitacional
de contacto entre las zonas gravitatorias de ambos ECAU [7 c.2].
Dentro de la teoría corpuscular cuántica ampliada sostenemos que los
efectos en los seres vivos se provocan a partir de la pérdida de coherencia
entre los ECAL del campo magnético terrestre y los ECAU no enlazados de las
moléculas componentes del cuerpo humano y demás seres vivos basándonos en el
modelo corpuscular cuántico de la atracción de los cuerpos [7 c. 2]. Los
efectos subatómicos que se generan se interpretan, por el lado físico, como una
pérdida de la fuerza total que realizan los ECAU no enlazados al perder su
orientación coherente, es decir, la magnitud de su fuerza total disminuye. Por
el lado fisiológico, con esta pérdida de magnitud los receptores sensitivos
propioceptivos, que forman parte de los reflejos miotáticos y del órgano
tendinoso de Golgi, y los exteroceptivos, de la llamada reacción de sostén (en
este modelo el cambio en el flujo del campo magnético modifica la atracción de
los cuerpos), se ven afectados. Ahora la información sensitiva que reciben los
diferentes niveles del control motor desde estos receptores sensitivos para el
control del equilibrio postural se modifica y, por lo tanto, se debe generar
una respuesta adecuada ante este cambio. Para una postura estable, los centros
del tronco del encéfalo que proyectan a las motoneuronas alfa ventromediales
son fundamentales. El mantenimiento del equilibrio postural requiere de una
programación anticipada y una regulación en el momento del proceso para
adaptarse a los cambios. Para esto deben integrarse las cuatro modalidades
sensoriales que son: la visión; la posición de la cabeza; la propiocepción; y
la exterocepción [8 c. 6]. Ante un problema no anticipado el sistema nervioso
genera una serie de respuestas automáticas que a su vez implican cadenas de
reflejos. La respuesta inconsciente realizada por éstos es la de modificar el
tono muscular que permite definir una determinada postura correcta. Por su
parte, el movimiento voluntario implica una programación anticipada (el
objetivo o blanco, el plan de acción y de ejecución) desde diferentes zonas de
la corteza cerebral. Por otro lado, si la coherencia de los ECAU no enlazados
aumenta también modificará la descarga de los receptores sensitivos y,
naturalmente, también habrá una respuesta motora adecuada en esta situación que
alterará la varilla del zahorí. Éste, al observar el movimiento de la varilla,
concientizará con facilidad la señal generada y podrá indicar indirectamente el
cambio en el campo magnético terrestre. Entonces la señal del zahorí es una
respuesta adaptativa motora inconsciente a los cambios físicos del ambiente,
que afectan su interior a nivel subatómico, con el objetivo de mantener sus
funciones. En este caso, los ECAL del campo magnético terrestre al modificar su
flujo afectan en más o en menos, por repulsión, la orientación espacial de los
ECAU no enlazados de las moléculas corporales, es decir, modifican su
coherencia espacial. De esta forma alteran la tensión sobre los enlaces
químicos o ECAU enlazados. Esta situación, que genera cambios de tensión en las
moléculas corporales, provocará modificaciones en la frecuencia de descarga de
los receptores sensitivos que finalmente generarán la señal del zahorí.
[1]
Kriwaczek, P. Babilonia. Mesopotamia: la mitad de la historia humana,
Barcelona, Editorial Ariel, 2010.
[2]
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[3] Johnsen, S.; Lohmann, K. J. “Magnetoreception in animals”, Physics
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[4] Desoil, M.;
Gillis, P.; Gossuin, Y.; et al. “Definitive identification of magnetite
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Physics: Conference Series, 17, 2005, pp. 45-49. doi:10.1088/1742-6596/17/1/007
[5] Banks, A. N.; Srygley,
R. B. “Orientation by magnetic field in leaf-cutter ants, Atta colombica
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Doi: 10.1046/j.0179-1613.2003.00927.x
[6] Kirschvink, J.
L.; Kobayashi-Kirschvink, A., Woodford, B. J. “Magnetite biomineralization in
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[7] Urquiola, H. M.
El experimento paraíso II: el fin de los misterios, 2016.
<https://drive.google.com/file/d/0B9zbHnEpNLY3eG95ZVdmVjB0NHc/view?usp=sharing>.
[8] Tresguerres, J. A. F. y colaboradores. Fisiología
Humana, Madrid. Mc Graw Hill Interamericana, 2005.