jueves, 24 de noviembre de 2016

La biofísica de la señal del zahorí


La señal del zahorí es uno de los grandes misterios de la humanidad que presenta, en algunos casos, una gran espectacularidad. Por lo general, el proceso se suele describir cuando un zahorí inicia una caminata sobre un terreno y lleva en sus manos un objeto liviano, horquilla de madera, que se mueve imprevistamente en una parte de su recorrido. El hecho de concientizar el movimiento de la vara, por la visión, le permite al zahorí detectar anomalías en los suelos. Estas anomalías se relacionan con la obtención de agua subterránea, minerales, que han sido los principales usos históricos, y petróleo. La ventaja de la señal es que no se utiliza una tecnología costosa y sí un procedimiento relativamente eficaz, muy fácil de utilizar y con gran rapidez en sus resultados. Una de las viejas historias es la del “rey de Apsu”, que fue el dios Enki hijo de Caín [1 pp. 44-45], en Eridú. Este dios provocó que un lago natural abastecido por aguas dulces subterráneas se expandiera en la superficie de la tierra maravillando a los sumerios que observaban como el agua surgía desde el interior de la tierra. Tanto es así que en cilindro-sellos y en sus estampaciones y en un relieve de la ciudad de Uruk se observa al dios sumerio transportar agua y peces a la superficie desde el Apsu, el océano subterráneo de agua dulce. Cinco mil años después apareció el primer libro que mostraba a mineros con una vara de madera de avellano buscando yacimientos metálicos, se trata del libro de Georgius Agrícola “De Re Metallica”. Desde entonces se ha buscado explicar este fenómeno que, por el mil seiscientos cincuenta y ocho de nuestra era, se lo señaló como un pacto implícito con el demonio. Mucho más adelante, según Yves Rocard (1964), se estableció que el origen de la señal del zahorí es consecuencia de cambios en el campo magnético superficial de la Tierra que, de alguna forma, desencadenan temblores musculares inconscientes en estos individuos sensibles. Por estas y otras evidencias se habla de un sensor biológico que se activaría con variaciones del campo magnético tan pequeñas como 10-9 G. Se han propuesto varios mecanismos para la recepción magnética e incluso se lograron respuestas eléctricas a los estímulos magnéticos. En este sentido, suponemos que los potenciales evocados en humanos a los importantes estímulos magnéticos [2], después de un tiempo variable de latencia, seguramente son respuestas provocadas por los electrones complejos autopropulsados libres o ECAL que alcanzan el interior de las neuronas de los humanos por su velocidad/repulsión. Suponemos que los ECAL acelerados inician el mecanismo de activación o despolarización de la membrana plasmática activando una zona de escape de los ECAL. Proponemos que los ECAL de cualquier origen, sea de una corriente eléctrica o del campo magnético, si tienen la velocidad/repulsión suficiente, ingresarán a la célula y podrán activarla. Por su parte, no podrían existir receptores magnéticos que respondan a estímulos magnéticos de 2 G (200 microtesla) que son mayores que los valores obtenidos del campo magnético terrestre (0,25 a 0,69 G). Son estímulos que no se encuentran en la naturaleza. Los estímulos magnéticos deberían ser de 10 a 20 veces menores, por lo menos, para que un individuo pueda discriminar variaciones en el campo magnético a partir de un receptor. De hecho, existen varias ideas acerca de los receptores magnéticos y/o mecanismos de recepción en individuos de diferentes reinos: a) magnetorrecepción inducida en tiburones; b) magnetorreceptores que contienen cadenas de cristales de minerales ferromagnéticos en el fitoplancton y en las bacterias magnetotácticas; c) receptor magnético en las palomas (Columba livia) que es considerado como la mejor evidencia de recepción magnética; y d) en reacciones bioquímicas en un par de radicales [3]. Abejas, hormigas, termitas y avispas son sensibles al campo magnético. En algunas de estas especies se han identificado nanopartículas de magnetita [4,5], como así también en el hombre [6]. Por su parte, debemos aceptar que las plantas son sensibles al campo magnético, ya que la teoría corpuscular cuántica explica la atracción de los cuerpos por fuera de la teoría de la gravedad al uso. Con nuestra creación [7 c. 1, 2 y 3] de la teoría corpuscular cuántica con la ampliación del modelo estándar de las partículas elementales y sus propiedades cuánticas y el posterior desarrollo de los modelos corpusculares cuánticos de las partículas complejas, especialmente la de los dos modelos de electrones, pudimos desarrollar una teoría que explique este fenómeno. Sobre los dos tipos o modelos de electrones que hemos podido diferenciar tenemos por un lado, el libre y por otro, el unido al nucleón. El libre se genera por el fenómeno de la creación de pares a partir de un fotón complejo o tren fotónico corpuscular complejo (TFCC) de determinada energía. Por otro lado, el unido se genera por la desintegración de un neutrón, nucleón, y queda unido al protón por un hilo cuántico de materia oscura (que resulta de la diferencia de energía entre el neutrón y el protón cuando el primero se desintegra). Este tipo electrón lo denominamos electrón complejo autopropulsado unido (ECAU) y es el responsable del enlace químico. Otra de las particularidades de nuestra teoría corpuscular cuántica es que no existe la carga eléctrica por lo que el enlace químico se produce por el efecto gravitacional de contacto entre las zonas gravitatorias de ambos ECAU [7 c.2].

Dentro de la teoría corpuscular cuántica ampliada sostenemos que los efectos en los seres vivos se provocan a partir de la pérdida de coherencia entre los ECAL del campo magnético terrestre y los ECAU no enlazados de las moléculas componentes del cuerpo humano y demás seres vivos basándonos en el modelo corpuscular cuántico de la atracción de los cuerpos [7 c. 2]. Los efectos subatómicos que se generan se interpretan, por el lado físico, como una pérdida de la fuerza total que realizan los ECAU no enlazados al perder su orientación coherente, es decir, la magnitud de su fuerza total disminuye. Por el lado fisiológico, con esta pérdida de magnitud los receptores sensitivos propioceptivos, que forman parte de los reflejos miotáticos y del órgano tendinoso de Golgi, y los exteroceptivos, de la llamada reacción de sostén (en este modelo el cambio en el flujo del campo magnético modifica la atracción de los cuerpos), se ven afectados. Ahora la información sensitiva que reciben los diferentes niveles del control motor desde estos receptores sensitivos para el control del equilibrio postural se modifica y, por lo tanto, se debe generar una respuesta adecuada ante este cambio. Para una postura estable, los centros del tronco del encéfalo que proyectan a las motoneuronas alfa ventromediales son fundamentales. El mantenimiento del equilibrio postural requiere de una programación anticipada y una regulación en el momento del proceso para adaptarse a los cambios. Para esto deben integrarse las cuatro modalidades sensoriales que son: la visión; la posición de la cabeza; la propiocepción; y la exterocepción [8 c. 6]. Ante un problema no anticipado el sistema nervioso genera una serie de respuestas automáticas que a su vez implican cadenas de reflejos. La respuesta inconsciente realizada por éstos es la de modificar el tono muscular que permite definir una determinada postura correcta. Por su parte, el movimiento voluntario implica una programación anticipada (el objetivo o blanco, el plan de acción y de ejecución) desde diferentes zonas de la corteza cerebral. Por otro lado, si la coherencia de los ECAU no enlazados aumenta también modificará la descarga de los receptores sensitivos y, naturalmente, también habrá una respuesta motora adecuada en esta situación que alterará la varilla del zahorí. Éste, al observar el movimiento de la varilla, concientizará con facilidad la señal generada y podrá indicar indirectamente el cambio en el campo magnético terrestre. Entonces la señal del zahorí es una respuesta adaptativa motora inconsciente a los cambios físicos del ambiente, que afectan su interior a nivel subatómico, con el objetivo de mantener sus funciones. En este caso, los ECAL del campo magnético terrestre al modificar su flujo afectan en más o en menos, por repulsión, la orientación espacial de los ECAU no enlazados de las moléculas corporales, es decir, modifican su coherencia espacial. De esta forma alteran la tensión sobre los enlaces químicos o ECAU enlazados. Esta situación, que genera cambios de tensión en las moléculas corporales, provocará modificaciones en la frecuencia de descarga de los receptores sensitivos que finalmente generarán la señal del zahorí.



[1] Kriwaczek, P. Babilonia. Mesopotamia: la mitad de la historia humana, Barcelona, Editorial Ariel, 2010.

[2] Carruba, S.; Frilot, C.; Chesson, A. L.; Marino, A. A. “Evidence of a nonlinear human magnetic sense”, Neuroscience, 144 (1), 2007, pp. 356-367.

[3] Johnsen, S.; Lohmann, K. J. “Magnetoreception in animals”, Physics Today, 61(3), marzo de 2008, pp. 29-35. DOI: 10.1063/1.2897947

[4] Desoil, M.; Gillis, P.; Gossuin, Y.; et al. “Definitive identification of magnetite nanoparticles in the abdomen of the honeybee Apis mellifera”, Journal of Physics: Conference Series, 17, 2005, pp. 45-49. doi:10.1088/1742-6596/17/1/007

[5] Banks, A. N.; Srygley, R. B. “Orientation by magnetic field in leaf-cutter ants, Atta colombica (Hymenoptera: Formicidae)”, Ethology, 109 (10), octubre de 2003, pp. 835-846. Doi: 10.1046/j.0179-1613.2003.00927.x

[6] Kirschvink, J. L.; Kobayashi-Kirschvink, A., Woodford, B. J. “Magnetite biomineralization in the human brain”. PNAS, 89, 1992, pp. 7683-7687. doi:10.1073/pnas.89.16.7683

[7] Urquiola, H. M. El experimento paraíso II: el fin de los misterios, 2016. <https://drive.google.com/file/d/0B9zbHnEpNLY3eG95ZVdmVjB0NHc/view?usp=sharing>.

[8] Tresguerres, J. A. F. y colaboradores. Fisiología Humana, Madrid. Mc Graw Hill Interamericana, 2005.