Los términos cuerpo, alma, espíritu y mente son muy
antiguos y forman parte de diferentes niveles de organización de la materia en
los seres vivos, especialmente los humanos. A partir de la ampliación del
modelo estándar de partículas elementales y el establecimiento de sus
propiedades corpusculares cuánticas [1] es posible identificar material y
energéticamente a cada uno de ellos. Las partículas elementales ampliadas son
el fotón cuántico, el gravitón y la partícula simple de Higgs. Éste es el
primer nivel de organización de la materia y, a su vez, estas partículas se
organizan entre sí en partículas complejas energéticas en un segundo nivel de
organización material. Esta partículas complejas son el fotón complejo o tren
fotónico corpuscular complejo (TFCC) y el electrón complejo autopropulsado
libre (ECAL). Los ECAL se originan de la interacción de determinados TFCC, los
metamórficos de alrededor de 1,02 MeV de energía, con partículas masivas del
núcleo atómico por el fenómeno de la creación de pares. Este nivel de
organización permite que el alma y el
espíritu se energicen. Por su parte,
dos TFCC de determinada energía, dos rayos gamma cuya suma sea igual o superior
a 940 MeV de energía, que colisionan entre sí por su frente fotónico pueden
formar un nucleón, neutrón, que más tarde se desintegrará en un protón, un
electrón complejo autopropulsado unido al nucleón (ECAU) por un hilo cuántico
de materia oscura y un antineutrino electrónico libre. En síntesis, de la
desintegración de un nucleón se forma un átomo de hidrógeno que es el elemento
más simple de las estructuras atómicas. Con la formación del átomo se genera el
tercer nivel de organización de la materia: la atómica-molecular. Las moléculas
se forman a través del enlace químico que es una interacción de unión
gravitacional entre dos ECAU, es un enlace físico de contacto entre las zonas
gravitatorias de los ECAU. Este nivel de organización de la materia forma el cuerpo. El siguiente nivel de
organización de la materia es la vida que es el cuarto nivel. Aquí se deben
controlar los niveles segundo, la energía, y tercero, la construcción de
estructuras en el interior celular. Una vez controlados estos niveles se genera
el nivel quinto de organización de la materia. La base de esta organización es
la genética (ADN) que necesita de la energía para expresarse según sus
necesidades y situaciones. El representante de este nivel es el alma que es lo innato que debe educarse
para adquirir conciencia e inteligencia y de este modo permite, al
desarrollarse estructuralmente por la genética, alcanzar el siguiente nivel de
organización de la materia. En síntesis, la genética no es responsable de la
vida sino de su organización estructural y funcional que debe ser educada. Por
su parte el espíritu es un sistema de
energía organizada que nos da la “energía de vida”. Los animales superiores
presentan un sistema de energía toroidal corporal (SETC) en el cual circulan
los ECAL a cierta velocidad. En los seres humanos ingresan por el periné, desde
allí ascienden por el interior del cuerpo y salen por la coronilla para
curvarse y reingresar por el periné. La circulación ascendente de los ECAL,
desde el periné a la coronilla, generan líneas de fuerza centrales que al
circular en la misma dirección crean líneas virtuales que se atraen entre sí
formando un solo alambre conductor virtual. De este conductor virtual se genera
un campo magnético intra-corporal (CMI-C) o campo magnético-chakra (CM-Ch). Los
ECAL del CM-Ch ingresan a las células corporales y, de esta forma, generan el
potencial de reposo y cuando se activan las células son responsables del
potencial de acción que se observa principalmente en las células nerviosas y
cardíacas. Finalmente, al salir de ellas toman los canales para abandonar el
cuerpo por las zonas de acupuntura de baja resistencia eléctrica y de otras.
Como podemos imaginar la mente es la
consecuencia del movimiento de los ECAL a través del sistema nervioso
encefálico. La mente es energía.
Cuando morimos entonces perdemos el espíritu
y la mente y sólo nos queda el alma y el cuerpo. Los dos primeros, viajan por el Universo y los dos últimos,
quedan en la Tierra y deben ser alimentados para perdurar en el tiempo. Con
estos componentes en que se divide un ser humano con vida nos queda claro cuál
es el origen de la idea de la reencarnación, algo realmente improbable cuando
se ha pasado un determinado límite. Quizás se refiera a la posibilidad de
reorganizar el sistema de energía toroidal corporal y con ello recomponer el espíritu y la mente. El desfibrilador es un buen ejemplo de normalizar el
espíritu afectado localmente después de aplicar una potente descarga eléctrica
sobre el corazón.
[1] Urquiola, H. M. El experimento paraíso II: el fin de los misterios, 2016. <https://drive.google.com/file/d/0B9zbHnEpNLY3eG95ZVdmVjB0NHc/view?usp=sharing>.
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